Mientras más sepa quién soy, más sabré que hacer y cómo hacerlo.
Cuando hago introspección, ¿con quién me encuentro? Después de todas las tareas, los compromisos, las relaciones y la gestión que implican cada uno de ellos, siempre debo regresar a mí mismo. No hay un lugar sobre la Tierra donde pueda zafarme de mí mismo. Con quién gasto más tiempo, que conmigo mismo? Después de enfrentarme a todos mis colegas, familiares, allegados, amigos y enemigos, regreso a mí mismo. Si al volver no me siento bien en mi propia compañía, entonces definitivamente hay algún trabajo interno y profundo por hacer.
El otro día estaba hablando de la importancia de la autoconciencia con un viejo amigo que preside una enorme compañía en la industria de la construcción en Brasil. En esencia, admitió que se encontraba tan desanimado y agotado de trabajar en medio de tanta inconsistencia y antagonismo, que incluso no tenía tiempo, ni siquiera la energía, para hacer el trabajo interno necesario y empezar a construir algo más significativo con su vida. Su único enfoque eran las utilidades del trimestre, cómo protegerse de los bancos que le respiraban en la nuca en un país donde las tasas de interés son las más altas del mundo, y cómo no dejarse afectar por la constante autopromoción de sus pares y colegas que obligaban a su ego a estar siempre «en primer lugar». Confesó que el costo a largo plazo de tal ritmo había acabado con cualquier autoconciencia real que hubiera tenido cuando era joven. Traté de mostrarle que sin el refuerzo de tomar conciencia de quiénes somos y qué es lo que verdaderamente hacemos, nuestra fe en nuestras habilidades y talentos puede también empezar a marchitarse. La conversación continúa.
Fuera del trabajo, decimos que amamos a nuestros cónyuges e hijos a pesar de tener cada vez menos tiempo de calidad con y para ellos. Una revista que leí el otro día decía que en los años sesenta pasábamos 45 minutos diarios con nuestros hijos, mientras que hoy en día dedicamos solo 6. Difícilmente podemos concertar unos pocos minutos tranquilos para nuestros intereses favoritos. Como líderes, aunque los beneficios financieros de nuestro trabajo representen el pináculo de lo que hemos logrado profesionalmente, el costo personal es tremendo. Pese a tener “seres queridos”, hay poco tiempo o energía para ellos o para cualquier asunto que no sea “urgente”. La relajación quedó relegada a las sesiones de masaje o al sauna, que pueden ayudar a los músculos pero no necesariamente a nuestras mentes.
Este es el dilema. Somos exitosos. Después de todo, todo el mundo nos lo dice. Pero…es como si el ser verdadero no tuviera espacio para ser lo que tiene que ser y para hacer lo que tiene que hacer. ¿Dónde hay espacio en este mundo duro y racional para la inocencia pura y jubilosa del verdadero amor? Esta agonizante voz interior grita para ser escuchada. Si alguien intenta recordarnos estas cosas profundas, el ego se rehúsa sin embargo a creer que haya algún problema.
La gran pregunta es: ¿Cuándo empezamos a volvernos verdaderos? ¿Cuándo podemos empezar, con coraje, a relacionarnos con los demás de manera que transformemos nuestro trabajo y nuestro mundo, para tener unas relaciones y conversaciones significativas con la gente con la que estamos compartiendo nuestras vidas?
Después de todo, como líderes gastamos más y más tiempo en el trabajo, y el tiempo es vida. ¿Cuándo cesaremos de movernos en este mundo superficial de estructuras, sistemas, batallas por el poder y posiciones? La conciencia política y racional está a la orden del día, aunque, en nuestro detrimento y en el de los demás, tomemos la actitud de diletantes de la inteligencia emocional, porque los buenos libros nos dicen que es una buena cosa. Esto es lo que ocurre con la mayoría de nosotros. ¿Por qué olvidamos que los verdaderos fundamentos de nuestra vida personal y profesional son espirituales? La mayor parte del tiempo ni siquiera llegamos a estar cerca de nuestros eres interiores ni del grado de autoconciencia real que necesitaríamos si viviéramos de acuerdo con nuestros valores más profundos. Allí es donde residen la verdadera fortaleza y el comportamiento sostenible. La fuerza de transformación yace en el alma y no en las estructuras, los sistemas o los juegos de poder.
Ralph H. Kilmann, PhD., antiguo profesor de Organización y Administración en la Escuela de Negocios Joseph M. Katz de la Universidad de Pittsburgh, establece las implicaciones de comprender la responsabilidad que tenemos como líderes para ayudar a moldear un mundo diferente, a través de nuestros pensamientos, palabras y actos:
Los que una vez eran simples problemas que podían resolverse con extrema especialización, ahora son problemas complejos que desafían las categorías fragmentadas.
Para ser exitoso en el nuevo milenio, se requiere de categorías holísticas que permitan a los miembros y a sus organizaciones:
(1) Ver con claridad las fluidas interconexiones que rodean el planeta, (2) Pensar conscientemente acerca de los problemas interconectados de manera comprensiva, y (3) Comportarse de manera que se estimulen el significado y la co-evolución de la vida y de la naturaleza a través del mundo y del universo en expansión.
Ver, pensar y comportarse con nuevas categorías (holísticas), requiere de una revolución mental en la autoconciencia.
Ken O´Donnell. Liderazgo. Lecciones para tiempos turbulentos
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El poder del significado
El ciclo eterno de las ideas y las acciones, la invención sin fin, el experimento sin fin,
Nos trae conocimiento del movimiento, no de la quietud;
Conocimiento del discurso pero no del silencio.
¿Dónde está la vida que hemos perdido en la vida?
¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido en el conocimiento?
¿Dónde está el conocimiento que hemos perdido en la información?
T.S. Eliot
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